El término «reciclaje» sólo debería aplicarse a los procesos que convierten el plástico en plástico. Es clave no confundir este proceso con otros sucedáneos ya que se corre el riesgo de contaminar los indudables beneficios de un Reciclaje del plástico sostenible y limpio con otras técnicas que poco o nada tienen que ver.

La industria petroquímica, sin ir más lejos,  ha popularizado otros términos, como “reciclaje químico” o “reciclaje avanzado”, que mezclan tanto la conversión de plástico a plástico (PTP) como la de plástico a combustible (PTF) y lo venden como una solución de reciclado.

Durante décadas, las empresas de pirolisis y gasificación se han definido y publicitado como una solución alternativa a los residuos plásticos sin contar realmente con pruebas concretas y fiables que apoyen sus reclamaciones de viabilidad. Aun así, estas tecnologías conviven con nosotros desde los años 50 y, desde entonces, intentan utilizar estos tratamientos térmicos. En la década de los 70 comenzaron sus intentos de recuperar las corrientes de desechos plásticos.

Estas promesas vacías de los partidarios de la pirolisis y la gasificación dieron lugar a un largo historial de fracasos en todo el mundo, acompañados de informes donde constaban incendios, explosiones y pérdidas financieras, según se desprende del nuevo informe de GAIA “All Talk and No Recycling: An Investigation of the U.S. ‘Chemical Recycling’ Industry”.

Las empresas de pirolisis y gasificación se han definido como una alternativa a los residuos plásticos sin contar realmente con pruebas concretas y fiables

Desde principios de la década de los 2.000, se han anunciado al menos 37 proyectos en Estados Unidos, de los cuales la mayoría son PTP y el resto PTF. De estos últimos, 14 son meramente anuncios y 11 se encuentran en una fase piloto o de desarrollo, por lo que casi ninguno ha llegado a superar el proceso y llegar a la fase de comercialización.

En este sentido, a partir de 2017, las tecnologías han desperdiciado al menos 2.000 millones de dólares en inversiones en proyectos cancelados o fallidos en todo el mundo. En muchos casos se identificaron modelos de ingresos frágiles, complicaciones en torno a la obtención de permisos y costes de operación demasiado altos como las principales causas de los fracasos.

El reciclaje químico supone un peligro para la salud

El plástico se utiliza en una gama de productos que van desde botellas y juguetes hasta equipos médicos y piezas de automóviles. Y, para hacer estos productos flexibles, rígidos, no inflamables, duraderos y no reactivos a ciertos aceites y químicos, el plástico polímero se combina con otros elementos como el oxígeno, el nitrógeno, el cloro, el flúor o el silicio. Estos elementos pueden ser perjudiciales para la salud y pueden dejar residuos químicos que deben ser eliminados durante el proceso de fabricación PTF. 

Al igual que las refinerías de petróleo, algunas instalaciones de PTF producen una serie de productos químicos que se venden a otras instalaciones de fabricación de los mismos productos. Así, los contaminantes pueden quedarse en esos productos finales y corren el riesgo de liberarse al quemarse o convertirse en otro nuevo.

Tradicionalmente, este proceso involucra la clasificación, trituración, limpieza y lavado del plástico, que, a su vez, puede liberar sustancias y aguas residuales cargadas de tintes y productos químicos potencialmente tóxicos que requieren una eliminación adecuada. Por ello, teniendo en cuenta estos factores, deberían prevenirse la exposición a sustancias químicas tóxicas que se forman y se liberan durante el proceso de PTF, así como los químicos tóxicos que permanecen en el producto final o en los desechos del proceso.

El plástico para combustible aumenta la contaminación tóxica 

En una encuesta realizada por el Proyecto de Integridad Ambiental, los investigadores que revisaron los datos de la EPA sobre la liberación de tóxicos en las fábricas en 2018, encontraron que las emisiones de todas las instalaciones industriales que informaron a la EPA ascendieron a 4.700 millones de toneladas.

Las 100 instalaciones más contaminantes, que representan menos del 1% de todas las instalaciones que informan al TRI, liberaron 1.800 millones de toneladas de productos químicos tóxicos, o el 38% de todas las emisiones. Muchas de estas instalaciones incluyen plantas químicas y refinerías de petróleo y sus ubicaciones ponen a 134 millones de estadounidenses en riesgo en caso de un desastre químico tóxico.

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