El contenido reciclado en los envases ha crecido un 22% en los dos últimos años y se ha conseguido reducir el consumo de plásticos de un solo uso en al menos 1,1 millones de toneladas de aquí a 2025

Cuando en 2018 la Eurocámara dio su visto bueno al paquete de medidas sobre economía circular , se incluyeron unos ambiciosos objetivos de reciclaje de plástico que se endurecían un lustro más tarde. Mientras que, en los primeros años, los Estados miembros debían reciclar un 50% de los residuos plásticos, para 2025, este porcentaje debía ascender al 55%. Por fin se trasladaba al papel el problema de la contaminación plástica y se empezaba a debatir sobre las soluciones.

Así, más de 500 empresas, gobiernos y otras organizaciones unieron fuerzas para hacer realidad una visión común de una economía circular para los plásticos, una en la que estos nunca se convierten en un desperdicio. Como firmantes del Compromiso Global de la Nueva Economía del Plástico, estas organizaciones establecieron objetivos reales para el 2025, con el deseo de ayudar a realizar esa visión.

Retos alcanzados Vs tareas pendientes

Hoy, dos años más tarde, llega el momento de repasar qué retos se han alcanzado y cuáles quedan por cumplir, una revisión que se aglutina en ‘The Global Commitment 2020 Progress Report’, informe elaborado por la Fundación Ellen MacArthur. En él se puede, por primera vez, cuantificar la evolución de los avances realizados entre 2018 y 2019 por los firmantes, quienes representan más del 20% del mercado de envases de plástico.


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Así, el contenido reciclado en los envases ha crecido un 22% en estos dos últimos años y, por si no fuera poco, se ha conseguido reducir el consumo de plásticos de un solo uso en al menos 1,1 millones de toneladas de aquí a 2025. Esto representa también un ahorro de CO2 equivalente a lo que supondría la retirada de más de 350.000 coches de la carretera.

Fuente: Ellen MacArthur Foundation | The Global Commitment 2020 Progress Report

Sin embargo, todavía queda trabajo por hacer y este debe acelerarse para alcanzar los objetivos marcados por la Unión Europea para 2025, al mismo tiempo que algunos signatarios de la Nueva Economía del Plástico deben igualar sus resultados a otros participantes que han conseguido un mejor desempeño.

Qué ha supuesto la COVID-19

En paralelo, no se pueden obviar los efectos de la pandemia de la COVID-19, que ha expuesto aún más los inconvenientes de continuar con una economía lineal y ha hecho hincapié en la necesidad urgente de repensar cómo producimos, usamos y reutilizamos los plásticos. Se ha registrado, por ejemplo, un aumento vertiginoso de la demanda para envases de comida para llevar y envoltorios de burbujas -la mayoría no reciclables- y la detención o reversión de políticas destinadas a reducir los productos plásticos de un solo uso.

Una economía circular no solo presenta la oportunidad de hacer frente a la contaminación plástica en su origen, sino también para construir una economía más resistente y regenerativa, ayudando a restaurar el medio ambiente, crear empleos y beneficiar a la sociedad.


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Esta crisis también ha puesto en evidencia la velocidad con la que el mundo puede movilizar el cambio, como se ha demostrado con la digitalización, por ejemplo. En este sentido, los planes de recuperación económica son una gran oportunidad para tomar las medidas necesarias en torno a la contaminación de plásticos y garantizar una recuperación sostenible y circular.